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lunes, 23 de enero de 2012

Frutas y verduras de temporada Ayudan a pasar un buen invierno



Al igual que cuando se acerca el invierno cambiamos la ropa del armario y sustituimos el algodón por la lana o pasamos del lino al punto para enfrentarnos al frío, nuestro cuerpo debe adecuarse a las temperaturas más bajas y a la falta de sol en nuestra piel.
Y, claro está, debe recibir por nuestra parte, sus moradores y propietarios, un trato acorde a las nuevas circunstancias.

La dieta que nos resultaba útil y gratificante en los largos y soleados días de verano ya no sirve: es demasiado frugal para el invierno. La naturaleza, que sigue siendo sabia, inunda los mercados con alimentos de temporada que aportan esas propiedades que nos ayudan a afrontar los meses invernales y combatir los catarros, constipados y tiritonas tan propios de esas fechas. En verano, el gazpacho es refrescante y sabroso; en invierno, la sopa entona el cuerpo.

En otoño e invierno disponemos de alimentos de temporada calóricos, como legumbres, patatas y boniatos que nos sirven para ir acumulando reservas de energía. En estas fechas, las temperaturas bajan y nuestro organismo necesita más calorías para mantener el calor corporal.

Alimentos de invierno
Los alimentos de temporada son interesantes desde una triple perspectiva: nutricional, económica y ecológica. La cantidad de nutrientes de un alimento (vitaminas y sales minerales entre otros) depende, entre otros factores, de la riqueza de los suelos en que se cultivan y del grado de manipulación a que se somete al producto. Parece lógico que las hortalizas consigan su desarrollo óptimo y ofrezcan su mejor aporte nutricional en las condiciones climáticas que más favorezcan su crecimiento, las que marca su calendario natural. La mayoría de las verduras y frutas de clima cálido se caracterizan porque su parte comestible es el fruto: calabaza, calabacín, pimiento, tomate, melón, sandía, pepino¿Y las de clima templado o frío, propias de esta temporada, ofrecen como parte comestible las hojas, bulbos o raíces: acelga, espinacas, puerros, col, coliflor ajo, cebolla, rábano.

El alimento de temporada es casi siempre el que más conviene a los consumidores: normalmente más económico, su calidad organoléptica, según aseguran los especialistas en gastronomía, es también mejor. Además, consumiendo productos de temporada contribuimos a respetar el ciclo natural de producción, lo que conlleva una positiva repercusión en el medio ambiente.

Verduras de invierno, contra el resfriado
Acelgas y espinacas, alcachofas, calabaza, col (berza o repollo), coliflor o pella, coles de Bruselas, champiñones, guisantes y habas, judías verdes, puerros, cardo, remolacha, rábano, lechuga de hoja de roble, berros¿ son verduras de invierno. Durante estos meses, pocas personas se librarán de dolencias respiratorias, como un resfriado o una bronquitis. La tos es el síntoma más común de las tan frecuentes como indeseadas enfermedades del aparato respiratorio. Hemos de aprovechar que tenemos a nuestra disposición vegetales de temporada con propiedades muy útiles ante estas afecciones tan molestas. Por ejemplo, las hortalizas aliáceas (cebolla, ajo, puerro¿) tienen propiedades mucolíticas y antisépticas: ablandan la mucosidad, favorecen la expulsión de moco y actúan contra los gérmenes (bacterias o virus) causantes o agravantes de la afección. La inhalación de la esencia que desprende una cebolla o cualquier otra hortaliza aliácea ayuda a eliminar la mucosidad e incluso puede aliviar la tos.

Los compuestos azufrados que forman el aceite esencial de estos alimentos pasan rápidamente a la sangre nada más llegar al estómago y se eliminan enseguida por los pulmones. Esto hace que a los pocos minutos de haber comido cebolla o ajo, el aliento adquiera ese olor tan característico. Esos compuestos azufrados ejercen una acción antiespasmódica, mucolítica (facilitan la eliminación de la mucosidad) y antibiótica. Por tanto, las afecciones de las vías respiratorias (sinusitis, bronquitis, neumonía) mejoran con el consumo de estos alimentos, preferiblemente crudos o muy poco hervidos. La borraja suaviza y desinflama las mucosas respiratorias. Esta verdura, tanmbién invernal, contiene mucílagos de acción emoliente (suavizante). Hervida con su caldo, resulta beneficiosa para las afecciones respiratorias.

La importancia de las vitaminas C y A
El déficit de vitamina C reduce la resistencia a las infecciones, lo que puede comprometer nuestra salud durante días o semanas. Las verduras de la familia de las coles son las más ricas en vitamina C y ácido cítrico, que potencia la acción beneficiosa de esta vitamina. Igualmente, se consideran fuente importante de antioxidantes naturales: antocianinas (color morado), beta-carotenos (color amarillo-anaranjado-rojizo, enmascarado por la clorofila) y compuestos sulfurosos. Las investigación más puntera indica la capacidad de estas sustancias para impedir el desarrollo de tumores, aunque todavía no hay consenso científico y queda mucho terreno para estudiar. La riqueza en azufre de estas verduras promueve que se formen esos compuestos azufrados relacionados con el olor tan particular que desprenden durante la cocción.

Por otra parte, nuestro organismo necesita vitamina A para mantener en buen estado la piel y las mucosas (entre ellas, las que recubren el interior de los bronquios) y reducir el riesgo de afecciones respiratorias. La zanahoria es el alimento más abundante en betacaroteno, antioxidante que en el intestino acaba transformándose en vitamina A a medida que el organismo la necesita. Las hojas del nabo, los grelos, además de su riqueza en folatos, vitamina C y vitamina E, contienen betacarotenos en importante cantidad. Las verduras de hoja de temporada (acelga, espinacas, endivia, borraja) son ricas en folatos y fibra y aportan asimismo beta-carotenos (el color naranja está enmascarado en estas verduras por el pigmento clorofila) y vitamina C (salvo la endibia). Al igual que en el resto de verduras, las hojas más externas son las más vitaminadas. El betacaroteno o provitamina-A no se destruye con el calor, por lo que esta sustancia no se ve disminuida con la cocción de los alimentos. Con un consumo abundante de estas verduras mejoraremos el estado de la mucosa bronquial y aliviaremos la tos.

A diferencia de la anterior, la vitamina C es sensible al calor y a la oxidación. De ahí el interés de incluir cada día verduras crudas en forma de ensaladas o ligeramente cocinadas para minimizar las pérdidas de este nutriente.

Kiwi, limón, mandarina, naranja, pomelo, frutas tropicales (papaya, chirimoya, piña¿), frutas desecadas (higos, dátiles¿) son frutas de esta temporada que conviene consumir para proveernos de vitaminas. De hecho, la abundancia vitamínica es una de las principales señas de identidad de cualquier fruta, si bien unas contienen vitaminas que apenas aparecen en otras.

Todas las frutas de invierno son muy ricas en ácido ascórbico o vitamina C. Los cítricos constituyen la primera fuente de esta vitamina, a excepción de la guayaba y el kiwi que concentran la mayor cantidad de este nutriente. También contienen ácidos orgánicos como el cítrico, que les confieren sabores ligeramente ácidos. Este último potencia la acción de la vitamina C.

Además de la vitamina C, en las frutas de invierno destaca el elevado contenido en carotenoides, pigmentos vegetales con capacidad antioxidante. En estas frutas abunda también la fibra, mayoritariamente soluble: pectina y mucílagos. En los cítricos, la fibra (pectina) se concentra en la parte blanca que cubre la pulpa, que no hay por qué desechar. El color de naranjas, mandarinas y pomelos lo aporta el beta-caroteno, del que aprovechamos sus propiedades beneficiosas. El valor energético de las frutas de invierno viene determinado por el contenido en hidratos de carbono simples (glucosa, sacarosa y, principalmente, fructosa). La proporción es distinta según las especies, registrándose variaciones importantes dentro de la misma especie. Las más ricas en azúcares son las frutas desecadas (dátiles, higos secos¿), seguidas de las tropicales: chirimoya, níspero maduro, caqui, mango y piña tropical.

La fruta, mejor entera
La mejor forma de aprovechar las cualidades nutritivas de cualquier fruta es consumiéndola cruda. Conviene no excederse en el pelado, ya que la parte más externa, justo debajo de la piel, es la que concentra mayor cantidad de vitaminas. Si opta por tomarla con piel, no olvide lavarla para eliminar los posibles restos de pesticidas y otros contaminantes que pudieran hallarse concentrados en la piel. Trocear la fruta supone poner mayor superficie del alimentos en contacto con el oxígeno, por lo que la pérdida de vitaminas por oxidación es mayor. Por tanto, lo más recomendable es partirla justo en el momento en que se vaya a consumir. Ocurre lo mismo con los batidos y purés: si queremos conseguir todo su aporte vitamínico hemos de consumirlos inmediatamente después de elaborarlos.

sábado, 14 de enero de 2012

antonio josé cavanilles



Cavanilles y sus Observaciones, es un referente para todos los que rastreamos en el pasado de nuestra tierra, un maestro que nos dejó sabias enseñanzas. Recordemos sus palabras como un principio de honestidad literaria geográfica: “Hablaré de lo que he visto; pero quedará aun mucho que añadirán otros mas instruidos”. Es nuestra gran figura, como hombre de la Ilustración. Podemos sentirnos orgullosos de este antepasado, de su inmensa obra y sensibilidad. El primer excursionista de nuestra tierra. Su figura y su obra son una permanente e inagotable fuente de estudio y de reflexión.
RAFAEL CEBRIÁN, durante la entrevista de "Alicante Vivo"

Genio entre los Genios.
Así lo han calificado cientos de historiadores, naturalistas, montañeros, biólogos, botánicos y científicos a lo largo de los tiempos.
Sin embargo, hoy en día, muy pocos jóvenes (y no tan jóvenes) se acuerdan o han oído hablar de él.
El paso de los años, de nuevo, es un cruel amigo del olvido.
Antonio José Cavanilles fue un GENIO de su época.
Y GENIO en mayúsculas, ya que estudió nuestras montañas, animales, plantas, pueblos y gentes de una manera tan exacta y minuciosa que nadie lo ha podido (ni osado) igualar.
Sus trabajos, recogidos en una obra maestra titulada "Observaciones Sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reyno de Valencia" (de la que Alicante Vivo dispone una copia en edición fascimil, como libro de consulta casi diaria), representan un hito único en la historia de nuestra provincia.
Antonio José Cavanilles y Palop (nacido en Valencia el 16 de enero de 1745 y fallecido en Madrid el 5 de mayo de 1804) fue historiador, botánico, naturalista y geólogo.
Se ordenó sacerdote en Oviedo en 1772, cuando ser botánico y cura iba unido en la mayor parte de las ocasiones. Entregado a la docencia, marchó a París en 1777 para estudiar botánica con Antoine Laurent de Jussieu.
Un día, recibió "de órden del Rey" Carlos IV el encargo de "recorrer la España", justamente "para examinar los vegetales que en ella crecen".
Era la primavera de 1791.
Y Cavanilles, con buen acierto, exigió al monarca que le permitiera empezar por su propia tierra: el País Valenciano.
Durante muchos años, recorrió toda la Península Ibérica clasificando e inventariando la flora autóctona, y en el curso de tales investigaciones descubrió nuevas especies y elaboró un tratado en seis volúmenes, Icones et descriptiones plantarum quae aut sponte in Hispaniae crescunt, aut in hortis hospitantur (1791-1804); también investigó la flora sudamericana y compuso un Glosario de botánica en cuatro lenguas (1795-1798). Fundó y redactó la revista científica Anales de Historia Natural, que salió a la calle por vez primera en octubre de 1799.

Cavanilles fue su más fecundo redactor, con 48 artículos.
Cavanilles es el principal precursor nacional de las teorías modernas sobre el ordenado aprovechamiento de los recursos naturales y el desarrollo sostenible. Se dio cuenta, en su viaje por el reino de Valencia, que el cultivo del arroz quitaba el agua que necesitaba el cultivo intensivo de otros productos más necesarios. "El arroz siempre sediento, admite y malgasta caudales preciosos, que distribuidos de otro modo multiplicarían los productos". Por otro lado, demostró con estadísticas de mortalidad que el cultivo del arroz perjudicaba gravemente a la salud. En el término municipal de Almenara señaló que con el aumento de los arrozales casi todos los vecinos enfermaron y aumentó la mortalidad en el año que se cultivó, por lo que se decretó la prohibición de plantarlo y cesó la epidemia.
Para un botánico como él, la tarea encomendada por el monarca tuvo que ser una tentación absorvente. No sólo puso en juego su vasta curiosidad de naturalista, sino que, además, atendió a todos los aspectos físicos y humanos, de las zonas estudiadas. Las "Observaciones" responden literalmente a su complejo título, y carecía de precedentes ni quizá ha tenido paralelos en su ambición, dentro de la Península Ibérica.
Todavía hoy, 200 años después, su trabajo constituye un texto imprescindible para conocer la realidad valenciana. Hay en ellas una masa de información meticulosa, exacta, relativa al marco geográfico, a la flora y la fauna, al fondo social.... que no ha perdido su vigencia. Es también un documento egregio acerca del Reyno de Valencia en un momento histórico excepcional: la culminación del siglo XVIII, que tantos cambios supuso en la vida colectiva desde Benifassa hasta Orihuela.

Cavanilles fue más que un "observador", un extraordinario "facultativo": animoso en los proyectos y sabio en los consejos técnicos. Era un hombre de la ilustración, y su óptica fue suavemente optimista y de un racionalismo claro y eficaz.
En este sentido, el legado que nos dejó es incalculable: sus trabajos abarcan todas las disciplinas técnicas y científicas de la época: botánica, la agronomía, la geología, la hidrología, la medicina, la geografía, la cartografía, la arqueología y muchos de los principales campos de la industria; y carecían ese a ser un seguidor de Linneo, redujo sus 24 clases de plantas a solamente 15 en sus clasificaciones. Estudió asimismo la morfología de las flores y se interesó por la agricultura y las costumbres de su natal Valencia y Alicante.
En 1801 es nombrado director del Real Jardín Botánico de Madrid, en que sustituyó a Casimiro Gómez Ortega, cargo que ejercería hasta su muerte en 1804. Cavanilles reorganizó la institución: sistematizó y acrecentó los herbarios, las colecciones de plantas vivas, semilleros y biblioteca, y gracias a sus numerosos e importantes contactos con científicos internacionales, de la talla de Alexander von Humboldt, Aimé Bonpland y Carl Ludwig Willdenow, el centro adquirió gran relevancia en la escena científica europea.
A su muerte legaría su herbario, dibujos originales, biblioteca y manuscritos al Real Jardín Botánico de Madrid donde actualmente se conservan.
Entre sus discípulos destacan Mariano Lagasca y Segura, quien en 1815 sería nombrado director del Jardín Botánico de Madrid y Simón de Rojas Clemente y Rubio.
Se conserva un retrato al óleo del famoso botánico en el Museo Nacional de Bogotá y, en su honor, una clase sudamericana de duriones por él descrita lleva en nombre de cavanillesia macunda, que dio nombre al famoso pueblo inventado por Gabriel García Márquez, Macondo.

PRIMERAS PALABRAS DE CAVANILLES EN SU LIBRO "OBSERVACIONES SOBRE EL REINO DE VALENCIA"
En la primavera de 1971 empecé á recorrer la España de órden del Rey para exäminar los vegetales que en ella crecen. Creí que podrian ser más útiles mis viages si á las observaciones botánicas añadia otras sobre el reyno mineral, la geografia y agricultura; puesto que apenas teniamos cosa alguna sobre la posición y naturaleza de nuestros montes (...) Atravesé llanuras y barrancos, y subia hasta las cumbres de los miontes en busca de vegetales. de camino exäminaba la naturaleza de las piedras, tierras, fosiles y metales; observaba el orígen y curso de los rios, la distribución de las aguas. En las empinadas cumbres por medio de una brújula tiraba mi meridiana, y luego dirigia la visuál á los puntos más sobresalientes: los picos de las mesetas, las torres de los pueblos, las ermitas, etc (...) Una de mis principales atenciones ha sido el cálculo de la población y de los frutos, por donde se viene en conocimiento así de la calidad del suelo, como de la industria de sus habitantes (...) El Reyno de Valencia está situado entre los grados 37 y 52 minutos, y 40 y 51 minutos de latitud septentrional, y entre los 15 y 17 con 10 minutos de longitud del meridiano de Tenerife. Al este le baña el Mar Mediterráneo esde el rio Cenia, más allá de Vinaroz, hasta la Torre de la Horadada, o confines del reyno de Murcia (...) La superficie entera consta de 838 leguas quadradas de 20 al grado: las 240 con corta diferencia son llanuras ó valles; las restantes son montes (...)